La épica quiebra del ex multimillonario SBF y el posterior bombardeo regulador estadounidense han dejado su imperio y su imagen por los suelos.
El fundador de FTX y Alameda Research, Sam Bankman-Fried (SBF), era el megadonante más popular de la ciudad. En los dos últimos años, había donado decenas de millones a candidatos y grupos federales, lo que le había convertido en el niño modelo de las criptomonedas a ojos de los reguladores.
La historia de éxito se convirtió en un rápido naufragio tras el colapso de su imperio criptográfico en noviembre. FTX se considera ahora uno de los mayores fraudes financieros de la historia de Estados Unidos, que ha llevado a la quiebra a su orquestador y a otras empresas. Eso no ha empujado a SBF a pasar desapercibido. De hecho, ha emprendido una agresiva gira mediática e incluso se ha subido a un puñado de espacios menos formales de Twitter para mantener conversaciones improvisadas.
Pero ante las cámaras ha revelado muy poco más de lo que los periodistas ya han expuesto, y el ejecutivo ha eludido las preguntas con astucia. A pesar de disculparse, hace hincapié en la negligencia y no en el fraude. A los reguladores, sin embargo, no les convence.
Toda la influencia política y filantrópica no ha servido para proteger al ejecutivo caído en desgracia. Bankman-Fried fue detenido por cargos penales el 12 de diciembre en Bahamas. Según las autoridades, es probable que Estados Unidos solicite formalmente la extradición del ex ejecutivo, que se enfrenta a una serie de cargos presentados por tres agencias gubernamentales distintas: el Departamento de Justicia (DOJ), la Comisión del Mercado de Valores (SEC) y la Comisión de Comercio de Futuros de Materias Primas (CFTC).
