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Bitcoin, la criptomoneda que irrumpió en el mundo hace más de una década, sigue generando preguntas sobre su rol en el sistema financiero global. Con una capitalización de mercado que lo convierte en un activo imposible de ignorar, muchos se preguntan cómo reaccionaría ante una recesión en Estados Unidos, la economía más grande del planeta. ¿Caería en picada como un activo especulativo o se alzaría como un refugio frente a la tormenta económica? No hay una respuesta definitiva, pero el análisis de su comportamiento pasado, sus características únicas y el contexto más amplio nos ofrece pistas sobre lo que podría ocurrir.

Imaginemos una recesión en EE.UU.: los mercados se tambalean, el desempleo sube y la confianza se evapora. En ese escenario, los inversores suelen actuar rápido, deshaciéndose de activos riesgosos para buscar refugio en el dólar, los bonos del Tesoro o el oro. Bitcoin, a pesar de su aura de independencia, no ha sido inmune a estas dinámicas. En marzo de 2020, cuando la pandemia desató el caos, su precio se desplomó un 50% en pocos días, moviéndose en sintonía con las bolsas globales. Esto sugiere que, al menos en un primer momento, una recesión podría golpearlo duro, especialmente porque su correlación con acciones tecnológicas, como las del Nasdaq, se ha hecho más evidente en los últimos años. Además, su adopción como medio de intercambio sigue siendo limitada. Aunque países como El Salvador lo han abrazado y empresas como Tesla coquetearon con él, no rivaliza con la practicidad del dólar ni con la estabilidad histórica del oro. En tiempos de crisis, esa falta de utilidad cotidiana podría jugar en su contra.

Pero la historia no termina ahí. Bitcoin tiene argumentos para brillar en un contexto de recesión prolongada.Su oferta está limitada a 21 millones de monedas, un diseño que lo protege de la inflación descontrolada que suele acompañar a políticas como la impresión masiva de dinero. Si el gobierno de EE.UU. recurre al quantitative easing o a tasas de interés negativas para combatir una crisis, el dólar podría perder valor, y algunos inversores podrían girar hacia lo que llaman el «oro digital». Esta idea ha ganado fuerza en los últimos años, alimentada por la desconfianza en las instituciones financieras. Una recesión severa, con rescates bancarios o medidas impopulares, podría acelerar ese cambio de mentalidad. De hecho, entre 2023 y 2024, la aprobación de ETF de Bitcoin en EE.UU. y la entrada de gigantes como BlackRock o Fidelity han dado un impulso a su legitimidad, sugiriendo que el respaldo institucional podría amortiguar una caída o incluso convertirlo en un ganador a mediano plazo.

Hay más piezas en este rompecabezas. La regulación, por ejemplo, podría ser un factor decisivo. Una recesión podría empujar al gobierno estadounidense a endurecer las normas sobre criptomonedas, restringiendo su acceso y afectando su precio. Sin embargo, un marco claro y favorable podría tener el efecto opuesto, fortaleciendo su posición. Luego está la competencia con el oro, un activo con siglos de historia como refugio seguro. Aunque Bitcoin comparte ciertas similitudes, como su escasez, muchos inversores tradicionales podrían seguir prefiriendo el metal precioso en una crisis. El contexto global también importa: una recesión en EE.UU. no ocurre en el vacío. Si otras economías, como China o la Eurozona, también se tambalean, la demanda global de Bitcoin podría fluctuar. En países con monedas débiles, como Turquía o Argentina, ya hemos visto interés en criptomonedas durante crisis locales, un patrón que podría repetirse. Y no olvidemos la psicología del mercado: Bitcoin es un activo sensible al sentimiento. Una narrativa optimista en redes sociales como X podría dispararlo, mientras que el miedo a pérdidas rápidas lo hundiría.

Es claro que en una recesión en EE.UU. probablemente sometería a Bitcoin a una presión inicial, alineándolo con los activos de riesgo. Pero su destino a largo plazo dependería de cuánto dure la crisis, cómo responda la política monetaria y cuánta fe depositen los inversores en él. No destronará al dólar ni al oro en el corto plazo, pero su diseño antiinflacionario y su creciente aceptación lo convierten en un experimento fascinante. Su desempeño reflejará tanto sus fundamentos como el relato que lo rodee.

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Última Actualización: marzo 12, 2025