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La guerra arancelaria entre Estados Unidos y China, iniciada en 2018 bajo la administración de Donald Trump, es uno de los conflictos comerciales más significativos del siglo XXI. Su origen está en las tensiones económicas y geopolíticas entre las dos mayores potencias mundiales, marcadas por acusaciones estadounidenses de prácticas comerciales desleales, robo de propiedad intelectual y un déficit comercial con China de cientos de miles de millones de dólares. En 2018, EE.UU. impuso aranceles del 25% a productos chinos por valor de 50.000 millones de dólares, a lo que China respondió con tarifas similares, desencadenando una escalada de represalias.

El conflicto evolucionó con negociaciones intermitentes, como el acuerdo de «Fase 1» en 2020, donde China se comprometió a comprar más bienes estadounidenses y EE.UU. suspendió algunos aranceles. Sin embargo, la llegada de Joe Biden no desescaló el conflicto, y en abril de 2025, Trump, nuevamente en el poder, elevó los aranceles a productos chinos al 145%, mientras China respondió con tarifas del 125%. Esta escalada arancelaria ha generado incertidumbre global, afectando cadenas de suministro y mercados.

Predecir un ganador claro es complejo.EE.UU. tiene una economía diversificada y el dólar como moneda de reserva global, lo que le otorga una ventaja estructural. Sin embargo, China, con un mercado interno robusto y una economía orientada a la autosuficiencia, ha diversificado sus socios comerciales a través de acuerdos como la Asociación Económica Integral Regional. Expertos como Dan Wang del Eurasia Group señalan que los márgenes de beneficio de los exportadores chinos, entre 30% y 40%, les permiten absorber aranceles elevados, sugiriendo que China tiene mayor aguante en el corto plazo. Por otro lado, Carlos Melconian argumenta que el déficit comercial de EE.UU. es una consecuencia natural de su posición financiera global, y los aranceles no lo corregirán.

A corto y mediano plazo, EE.UU. enfrenta problemas significativos si el conflicto se prolonga. Los aranceles han incrementado los costos de bienes de consumo, alimentando una inflación récord que presiona a los consumidores y pequeños productores. Además, la dependencia de insumos chinos, como tierras raras, vitales para la tecnología y la defensa, limita las opciones de EE.UU. China, aunque menos dependiente de las exportaciones a EE.UU., que representan el 2% de su PIB, enfrenta desafíos internos, como una crisis inmobiliaria y desempleo juvenil, que podrían exacerbarse con una recesión global.

Los expertos están divididos. Algunos, como los del JP Morgan, advierten que la incertidumbre arancelaria debilitará los mercados globales, con EE.UU. enfrentando mayor volatilidad debido a su exposición financiera. Otros, como economistas del Peterson Institute, sugieren que China puede resistir mejor gracias a su diversificación comercial. La Teoría de Juegos, aplicada al conflicto, indica que la cooperación sería ideal, pero la desconfianza mutua perpetúa la confrontación. Una tregua arancelaria parcial, como propone el análisis de desacoplamiento estratégico, podría beneficiar a ambos, pero requiere concesiones difíciles de negociar.

Los mercados accionarioshan experimentado volatilidad extrema. Desde el 2 de abril de 2025, el índice MSCI perdió más de 5 billones de dólares, reflejando la imprevisibilidad de los aranceles de Trump. Los bonos del Tesoro a 10 años subieron 20 puntos básicos en horas, señal de ventas forzadas y pérdida de confianza en activos seguros.

En el sector cripto, el impacto es matizado. Bitcoin, históricamente correlacionado con el Nasdaq, ha mostrado menor volatilidad, cotizando en torno a los 81.000 – 84.000 dólares. Una recesión inducida por el conflicto podría aumentar la liquidez global, beneficiando a bitcoin a mediano plazo. Sin embargo, la minería de criptomonedas en EE.UU., dependiente de hardware chino, enfrenta riesgos por los aranceles, lo que podría forzar a mineros a trasladarse a regiones como América Latina.

La guerra arancelaria entre China y EE.UU. es una lucha por la supremacía económica y tecnológica que no tendrá un ganador claro a corto plazo. China parece mejor posicionada para resistir, pero ambos enfrentan riesgos significativos. Los mercados y las criptomonedas seguirán bajo presión, con volatilidad como norma. Una solución cooperativa, aunque ideal, parece lejana en un contexto de desconfianza y ambiciones geopolíticas.

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Última Actualización: abril 16, 2025

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